¿PORQUÉ CONFESARSE CON UN SACERDOTE, QUE ES UN HOMBRE COMO LOS DEMÁS?. BASTA CONFESARSE CON DIOS.

En verdad Dios puede perdonarnos los pecados directamente, pero Él ha querido darnos el perdón por el ministerio de los sacerdotes. También podría darnos la vida directamente por su mismo poder. y sin embargo ha dispuesto que la vida la recibamos por medio de nuestros padres.
Es muy cierto que el sacerdote es un hombre como los demás, pecador y lleno de defectos, más sin embargo por la unción sacramental de su ministerio que ha recibido tiene el poder de perdonar los pecados.

El día de la resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, y sopló sobre sus cabezas y les dijo:

"Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, y a quienes se los retengan les serán retenidos" - Jn 20,22

Este poder conferido a los apóstoles pasó sucesivamente a sus sucesores. Desde San Pedro, el primer Papa hasta los último pontífices sucesivamente.

En el evangelio de San Mateo leemos: "Les aseguro que lo que ustedes aten en este mundo será atado en el cielo, y lo que ustedes desaten en este mundo también será desatado en el cielo".

Con estas palabras Jesucristo entregó el poder de atar y desatar las conciencias. Este poder es evidentemente espiritual relativos a la fe y que tiene vínculos directo con las almas, permitiéndoles o impidiendo a estas el goce del paraíso.

En la 2a. carta de San Pablo a los Corintios 5,18 leemos: "Todo esto es obra de Dios quien por medio de Cristo nos puso en paz consigo mismo y nos dió el encargo de poner todas las cosas en paz con Él".

Con estas palabras de San Pablo, deducimos que Dios realmente ha comunicado el  poder de perdonar los pecados y que este poder no solamente fue comunicado a los doce apóstoles, ya que si solo ellos hubiesen tenido ese poder al morir el último de los apóstoles, hubiera terminado con Él la Iglesia de Jesucristo, pero nó su iglesia se ha mantenido por veinte siglos y los ministros actuales son los que ejercen este mandato.

Si con los  ojos de la carne vemos en el sacerdote a un hombre, con los ojos de la fe debemos ver en él al representante de Dios.



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